sábado, 19 de octubre de 2019

El futuro del clima del planeta



Mientras la temperatura promedio de la atmósfera del planeta sube sin pausa desde los últimos 10 años, y mientras la temperatura media del 2015 fue la más alta desde que comenzó la era industrial, los que pretenden decidir el futuro del mundo reunidos en París en diciembre de 2015 establecieron por primera vez, y muy tímidamente, metas numéricas para las próximas décadas: La temperatura no deberá elevarse más de 2 grados sobre la actual.

El mundo hizo lo que pudo
Y lo de muy tímidamente no es un comentario superficial. Se basa en dos razones que desafían nuestra conciencia.
Por un lado, teniendo en cuenta que en los últimos años la tasa mundial anual de muertes por causa del calor ha sido de más de 300.000 personas (sin contar los demás seres vivos del planeta), reconozcamos que hemos llegado un poco tarde a frenar esta escalada. Pero como el pasado ya pasó, al menos estimemos cuantos van a morir en la próxima década. Para evitar el espanto que nos causa el resultado, es un mandato implícito el elaborar planes de contingencia para morigerar esa cifra, léase campañas de concientización, alertas médicas, infraestructura para tratamiento, bases de datos y redes de comunicación, y por supuesto, al fin, mejorar el acceso al agua potable de los habitantes de todo el planeta.
La segunda muestra de timidez es que nada se decidió sobre la forma en que se podría llegar a la meta (o de no llegar a ese maldito incremento de temperatura de 2 grados, como se prefiera). Ningún compromiso de los países que intervinieron en esa reunión cumbre, ninguna estimación del presupuesto necesario para la conversión de energía fósil y ni hablar sobre los recursos económicos que cada país pondría a disposición para esta ultima e inexorable cruzada para salvar la vida en la tierra.

¿Qué pasa en Argentina?
En este extraño panorama que comprende por un lado zonas muy castigadas por este (por ahora) inexorable cambio climático y en otro foco los países que más contribuyen a este cambio, victimas y causantes se mezclan en una aparente inconsciencia de no saber cuál es su contribución a este estado de cosas, ni como remediar y cambiar la tendencia.
Veamos que pasa en nuestro país, la Argentina. Como es frecuente en el tema del medio ambiente, los movimientos, acciones y reacciones son contradictorios. Y esto tiene su razón de ser, ya que es frecuente caer en el error de suponer que lo ecológico es enemigo del progreso. Es así entonces como los actores económicos afectados por alguna reacción contraria a su actividad, despliegan todos sus recursos para defender sus intereses ante un impasible estado nacional que piensa que todo se debe a una lucha de beneficios contrapuestos, en lugar de regular y controlar la forma en que se deben desarrollar las actividades industriales para no comprometer nuestro delicado mundo natural.
Veamos algunos ejemplos:

Avanza la minería sin control
Al iniciarse 2016 se anunció la eliminación de los derechos de exportación para la minería. Pero de la demorada reglamentación de la ley de glaciares que prevé su relevamiento detallado, y el alcance de sus cuidados, no se escuchó nada. El relevamiento por fin se logró, aunque con mucha demora.
La siguiente arremetida de la corporación minera se enfocó en una particular interpretación de la ley de glaciares, pretendiendo que los ambientes periglaciales estarían excluidos de las limitaciones en la explotación a cielo abierto. Por suerte (sí, tuvimos suerte) la justicia no lo permitió.

Petróleo a contramano
El precio de los combustibles sigue creciendo en el mercado interno con la plena anuencia del estado, mientras el precio internacional del petróleo sigue bajando dramáticamente para desesperación de las bolsas de valores. ¿Por qué no acompaña esta baja el precio de nuestros combustibles?  La respuesta es simple, pero está ausente en las explicaciones de los funcionarios: es porque seguimos subsidiando a las empresas petroleras que actúan en nuestro territorio. Es contradictorio este subsidio en un momento en que se habla de la necesidad de sincerar la economía y que ningún sector o empresa del estado o privada sea mantenida por el bolsillo de todos nosotros. Es más, Este subsidio al sector petrolero se confirma aun sobre el comienzo de la cumbre mundial de medio ambiente de Paris, en la que se explicita la necesidad de enfocar nuestros esfuerzos y recursos a las energías alternativas. No quisiéramos copiar la actitud irresponsable de Alemania, que al decidir la desactivación de sus centrales nucleares luego del accidente de Chernobyl, se volcó nuevamente a la carrera ascendente del carbón, el mayor contribuyente al efecto invernadero.


Energía solar en Jujuy
Otra, pero buena: La Nación firmó un convenio con la Provincia de Jujuy en el marco del Plan Belgrano para ampliar el proyecto ya iniciado de parque solar, y cuyo nuevo objetivo es contribuir con un 10% de energía eléctrica a la red nacional.
Avance de energías alternativas
Desde fines del 2015 hasta hoy la contribución de fuentes renovables a la producción de energía eléctrica en Argentina creció del 0,5% a más del 5%.
Podemos considerarlo un enorme progreso, aún más si consideramos que existen planes concretos y aprobados para llegar a cerca del 10% a fines de 2019.

¿Quién nos cuida?
Celebro la creación, por primera vez en la historia de la Argentina, del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable, y me detengo en la segunda parte del nombre: el desarrollo sustentable. Es que el cuidado del medio ambiente no debe impedir el desarrollo de un país. El monitoreo de la actividad humana en todos los aspectos del desarrollo debe ser tamizado permanentemente y transversalmente por este ministerio. Cualquier proyecto de infraestructura, caminos, obras de contención de inundaciones, actividades industriales con impacto ambiental, deben ser analizadas, y a los responsables de esas obras se los debe convocar a demostrar su vocación por el ambiente en cada paso del proyecto y de su explotación.
Se deben interpretar las palabras “desarrollo sustentable” como algo que puede ser sostenido en el tiempo y a través de generaciones sin degradar ninguna de sus características y las de la naturaleza y las personas que los rodean.
La sustentabilidad es el grito de las próximas generaciones.
Hugo Molnar, octubre 2019

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