miércoles, 23 de enero de 2019

Historia verde del management



El gerenciamiento (management) es una tecnología que nace a mediados del siglo XIX para organizar, controlar y optimizar las inversiones en el desarrollo de los ferrocarriles y en la minería, reglando  las actividades de la gente en las empresas y logrando que hagan lo que queremos que hagan y de la forma que nosotros les indicamos, en el contexto de esa época de transformación de la actividad artesanal a la producción seriada (El Management científico, Frederick Taylor 1856 a 1915).




Todo el desarrollo posterior de la tecnología del management se basó entonces en el crecimiento de negocios a mayores distancias, favorecidos por la conexión rápida que brindaba el ferrocarril, el que no solo transportaba los productos fabricados, sino también el valioso carbón, combustible fósil,  contaminante por excelencia y protagonista de la primera etapa de la era industrial.
La educación se desarrolla a la sombra y a la par de ese desarrollo industrial brindándole a las empresas graduados capaces y disciplinados en las ciencias y las artes de mayor consumo laboral, aplicando los principios básicos de aquella época, en la que el trabajador no opina ni tiene ideas propias, sino que recibe instrucciones de los gerentes.
Que ha cambiado desde entonces?
En la línea del tiempo sigue un crecimiento dramático de la producción de carbón en las primeras décadas del siglo XX para abastecer la industria mecanizada inicialmente con la maquina a vapor junto con un progresivo aumento de la población trabajadora industrial (el éxodo del campo a la ciudad).
Ese crecimiento de la industrialización continúa con mayor aceleración en todo el siglo XX a través de la explotación del petróleo, un nuevo combustible fósil, no renovable, más fácil de transportar, y productor de anhídrido carbónico en nuestra atmosfera igual que el carbón.
De la mano de este desarrollo mejoran las técnicas de gerenciamiento en la búsqueda de la mayor eficiencia a través del entusiasmo y la participación de los trabajadores, llamando a los empresarios a  mostrar banderas detrás de las que todos deberían alinearse. La educación secundaria y universitaria aporta ahora nuevas ofertas de especializaciones técnicas y formación de expertos en organización que prometen una rápida inserción laboral.
La electrónica, las telecomunicaciones y los proyectos aeroespaciales y de energía nuclear se desarrollan hacia mediados del siglo XX con el impulso de las necesidades de los países protagonistas de la segunda guerra mundial y de la guerra fría, y el  avance  vertiginoso de nuevas disciplinas derivadas de la aplicación de los revolucionarios planteos científicos conocidos en el cambio de siglo, y que a su vez , arrastran a la educación y la formación de las personas hacia una oferta de más conocimientos y especializaciones.
La energía del carbón y de los derivados del petróleo se consume sin freno y sin contemplaciones sobre impactos ambientales ni consideraciones sobre el agotamiento de los recursos naturales, con el aporte adicional de la nueva energía nuclear controlada en reactores de dudosa seguridad en esa época.
Las artes y ciencias del gerenciamiento  se ven obligadas a modificar los anteriores conceptos de control de calidad al final del proceso por otros más amplios y realistas como el aseguramiento de la calidad y posteriormente de la más completa gestión de la calidad para asegurar que en la cadena proveedores a clientes no existan baches que puedan afectar el resultado final.
Este reconocimiento del valor de la gestión integral de la calidad tiene su expresión más contundente y dramática en la industria aeroespacial, la nuclear y la bélica, que no perdonan errores ni dan oportunidades de prueba y error.
Por otro lado la industria manufacturera, presionada por mayores costos de la energía y de la mano de obra, comprende finalmente el concepto del costo de la no calidad.
El mejor ejemplo de esto es el de década del 70 en la que Japón puso a prueba su instinto de supervivencia por ser importador neto de petróleo en plena crisis de los productores de la OPEP, tomando la decisión de eliminar definitivamente sus “segundas fábricas” que se dedicaban a  reparar errores cometidos en la fabricación de línea. Como lo logró? Aplicando la nueva ciencia del management que abandona el control (final) de la calidad y lo reemplaza por la gestión integral de la calidad que comienza en el diseño del producto, la gestión de compras y el control de los proveedores, los controles durante el proceso y la participación del personal en la mejora continua.
Pero los desafíos continúan y el círculo se cierra con una inevitable necesidad de consumo por parte de las industrias que producen cada vez más bienes en serie, instalando el nuevo concepto de globalización para garantizar la mayor amplitud posible del mercado.
Mientras el management ajusta y perfecciona el diseño de los procesos y el control sobre los recursos humanos en su necesidad de su máximo aprovechamiento, las mismas mentes empresarias que buscan mejores y más ingeniosas ideas sobre nuevos productos que conquisten más y más usuarios avanzan hacia uno de los mayores desafíos de la historia de las relaciones laborales en la empresa.
Es que los mismos “productos” que la industria ofrece, como por ejemplo internet, sus aplicaciones, y los aparatos necesarios para aprovecharlos, como telefonía, ordenadores e interfaces con el usuario, terminan colocando al individuo, a la persona, al ser humano, en una situación nunca vista de oferta de información y comunicación social que lo ubica en el centro de la escena. Confundido, inseguro, más desconfiado, pero a su vez más demandante y con mayor sensación de protagonismo, ese consumidor recibe gratificaciones inmediatas a todas sus necesidades, aunque más no sea en forma virtual, pero igualmente satisfactoria. Mientras tanto los moralistas confunden la calidad de la oferta visual de información muchas veces cargada de violencia como el causante de una sociedad más intolerante y hasta delictiva.
Lo que se va conformando en los últimos años de este último siglo es una oleada juvenil de oferta laboral que no acepta las reglas habituales de comportamiento en la empresa. Su baja autoestima, producto de  una satisfacción automática y gratuita que no requiere mayor esfuerzo, los deja sin protección en medio de una organización que presupone una tradicional cultura del trabajo, del progreso con transpiración y de la dignidad automática que provee el esfuerzo de toda una vida y que alimenta el orgullo de la llamada tercera edad.
Los nuevos no creen en los valores tradicionales. Necesitan vivir en un mundo más limpio y sano. Les cuesta reconocer proyectos empresarios trascendentes por más que los intentemos convencer de que ellos mismos son parte importante de esas misiones y visiones. Prefieren respuestas a cortísimo plazo. No les gusta planificar el mediano plazo (ni hablar del largo plazo). Necesitan saber si son valiosos, si alguien reconoce su actividad en la empresa. Quieren respuestas rápidas a sus inquietudes, porque las dilaciones de sus jefes les produce inseguridad. Necesitan la guía permanente en sus tareas. Es la guía que les brindó siempre su parafernalia informática y comunicacional porque encontraban en ella una imparable oferta de alternativas que los llevaban en forma segura a satisfacciones y resultados.
En este gigantesco desafío nos encuentran las primeras décadas de este siglo XXI en lo que respecta al management, cuyas técnicas  ya no le brindan al empresario la salida que espera. Los premios y castigos tradicionales no surten efecto. El entusiasmo y la motivación se miden de otra forma. Hay nuevas tareas, nuevos desafíos y nuevas responsabilidades para el líder que ha decidido hacerse cargo. La adaptación a la eterna y omnipresente situación de cambio requiere una entrega y una dedicación que debemos comprender como imprescindible y a su vez útil. No es una tarea adicional a las responsabilidades indicadas en los libros. No existe el “no tengo tiempo” para este cambio. Es una transformación positiva, constructiva y  revolucionaria en la que al ser humano que trabaja se le reconoce su derecho a un desarrollo personal sin límites, en el marco de un proyecto empresario que es aún más amplio y más grande que su propio proyecto de vida.

 Hoy necesitamos un mayor grado de compromiso personal en el trabajo, aunque resulta que a las personas no se las puede gerenciar hacia el compromiso. Es imposible comprometerlos por medio del control.
Una encuesta de Gallup muestra que 7 de cada 10 trabajadores en USA no se sienten comprometidos con su trabajo. Pero hay empresas que sí lo logran. Estas empresas orientan a su gente sobre lo que hay que lograr pero fomentan al mismo tiempo la responsabilidad hacia la autonomía en la forma de lograr esos objetivos.